«Por tierras extrañas», de Silvina López Medin.

“Así es el fuego” es el nuevo libro de poemas de MercedesAraujo, publicado por este Club Editorial en la Colección de Poesía “Ojo de Tormenta”.  Silvina López Medin leyó y escribió el prólogo, que compartimos a continuación:

Podría decirse que la escritura de Mercedes Araujo es peregrina. Que anda por tierras extrañas. O que anda por la tierra a secas, con el doble movimiento de volverla para el lector más extraña y más propia.

Peregrinas es un término que aparece varias veces en su libro anterior, Viajar sola. Me gusta decir “peregrina” para hablar de la poesía de Mercedes, palabra que el diccionario aplica a los distintos reinos: “dicho de una persona…”, “dicho de un ave…” “dicho de un animal o una cosa…”. Mercedes escribe sobre, y especialmente desde, todos los reinos. Hay en sus textos un hilo atado a la naturaleza, un hilo que cruza y borra sus fronteras. “Mi alma es menos mía y más la del caballo” decía ya en su libro de poemas, La isla. Ese borramiento, esa integración de todo con todo atraviesa este nuevo libro, Así es el fuego. Se plasma en el poema “Dos furias en una”, por ejemplo, donde una mujer y una perra corren bajo la luz del invierno. Sus cuerpos van juntos en un mismo nivel, andan mezcladas, “sus melenas reunidas”. Mercedes junta elementos como si nunca hubieran estado separados: “el frío, el viento, un abuelo” enumera, un “desierto…al borde del cielo”. Como en su novela La hija de la cabra, logra que el lenguaje y el sujeto se vuelvan paisaje. Y en eso también hay peregrinaje, en el andar de la poesía a la novela, ida y vuelta.

La escritura de Mercedes parece fundarse en la experiencia intensa, espiritual, del cuerpo, y lo que lo rodea, “nada más cierto/o incierto/que el cuerpo”, dice en “El ladrar estirado”. La idea de latencia y transformación, es decir de tiempo, recorre este libro. La madera, por ejemplo, está en las ramas con que en el primer poema se alimenta “un fueguito miserable/hasta sacarlo infierno”. Y también es madera el material con que está hecha la casa en otro de los poemas más potentes, “La casa del rey”. Así se van creando capas: algo se consume, algo crece, todo el tiempo. La casa de la infancia se desarma “tablón por tablón”, pero a su vez se trazan planos para lo que vendrá. Esa casa de la infancia que a su vez fue antes “stud”, casa de caballos. Una vez más lo animal y lo humano se cruzan.
Como un eco del título del libro, el poema “En las cien metamorfosis” sostiene: “así es el amor/cada tanto vuelve”. Así, acá el tiempo es el de la espera, el de saber esperar. La metamorfosis se traslada de la casa al amor, y hay un yo que reza, que se dirige a un otro sagrado, y es animal sin sangre, mariposa, sujeta a un alfiler o volando en el pico de un ave confusa.

Estas capas de tiempo también están presentes en la segunda sección del libro, que tiene que ver con la experiencia más concreta del viaje. “No existe Saigón, Ho Chi Minh/ es lo que vemos” comienza uno de los poemas. No existe Saigón pero nombrarla a su vez es extender su existencia, es ir más allá de lo que se ve, del nombre más reciente. La construcción del poema es también el ensamblaje de esas capas. Dejar “Ho Chi Minh” en el primer verso refuerza la idea de sucesión/simultaneidad, y ambos nombres quedan pegados al “No existe”. De modo que el segundo verso se vuelve más potente al ofrecer una doble lectura: lo que vemos es Ho Chi Minh, y también: no existe ni un nombre ni otro. Así el foco se traslada a eso que vemos. En el tercer verso hay un movimiento que condensa “pero el mismo mar vegetal”, una vez más lo que persiste por y más allá de la palabra, fluye como el agua, reforzado por las tres “ms” (vemos-mismo-mar). Luego los nueve dedos, una imagen impar que genera la sensación de falta y tiñe el resto del poema.

Decía que la escritura de Mercedes es peregrina. Una palabra que en su séptima acepción, “Que está en esta vida mortal de paso para la eterna”, también hace al tono de este libro. “¿Es triste o es alegre?” Es triste y es alegre, celebratorio. Con un fondo de serenidad propio del que se entrega a los otros, lo otro, cree. O del que, como en el poema “Una tormenta”, a pesar de la tempestad, duerme, tal vez porque acepta: el fuego y el agua, la contención y el estallido.

Así es el fuego es un libro de ritmo firme y sereno, atravesado por la idea que se explicita en el poema que le da título: «parece que ocurre/en el centro ardiente…/pero es en los bordes». “Así es”, nos dice. Empieza con un gesto afirmativo, sigue con la confianza de quien ha andado por encima de las brasas y sabe de qué se trata: observar con cierta distancia necesaria, desde los bordes, eso que no deja de arder.

Silvina López Medin